Un día yo me iré y ellos tendrán que quedarse


«En 1955 Nicolas Bouvier se establece en un hotel barato de Ceilán (la actual Sri Lanka). Hace dos años que empezó, en los Balcanes, el viaje que lo ha llevado hasta el subcontinente indio. Enfermo, sacudido por ataques periódicos de fiebre, escaso de dinero, a la espera de unos permisos para continuar su viaje que no acaban de llegar, sin apenas más contactos que sus vecinos y un manual de entomología, el escritor vive un descenso a los infiernos, en el que llega a contar con el auxilio del más allá. Tardará varias décadas en dejar por escrito esta experiencia. El resultado es El pez escorpión.»

Esto dice la contraportada de la edición de la imagen. Por mi parte, leyendo L'usage du monde (traducido como Los caminos del mundo), el relato que cubre el largo viaje que lleva a sus protagonistas por tierra de los Balcanes a los confines de Afganistán, el tramo anterior a este relato, me preguntaba cómo es que los viajeros no vayan ni una sola vez al retrete. En el relato, se entiende. 

Pues bien, en este Pez escorpión sí se hace abundantemente cuestión de los retretes en los que el autor se recluye forzado por su estadía de seis meses en la isla de Ceylán. Abundantemente, y eso que este es un relato breve y el anterior —el sin retretes— es largo y estirado.

También es verdad que en el tramo cingalés Bouvier se queda solo, y la soledad deja más tiempo para demorarse en ese trámite. Unida al calor húmedo y a las fiebres tropicales, el aislamiento lo lleva no sólo al retrete sino a darse de manotazos con la alucinación. Y en esas condiciones el relato que escribe es propiamente un relato alucinado. 

Si en el viaje entre los Balcanes y Afganistán la escritura es descriptiva, en éste, que es un viaje detenido, la expresión parece bastarse a sí misma. Bouvier puede permitírselo porque su escritura es de excepción. Influido por la lectura de Céline su estilo sin embargo es original. Original pero no espontáneo, puesto que tardó un cuarto de siglo en publicar este relato. 

Dos consideraciones más antes de traducir algunos extractos de este Pez escorpión para ilustrar lo que digo.

El relato de Bouvier salta de la frontera indo-afgana a Sri Lanka y deja así entre paréntesis, aparte algún texto breve, su paso por la India. Y la travesía de la India de noroeste a sureste, trazado que intentaron y les fue negado a tantos invasores desde la noche de los tiempos, no deja de ser una aventura mayor. (Paréntesis en el paréntesis: si los hunos cargaron finalmente contra Europa fue porque iban a saquear la India y en el Indus les negaron la entrada). Para un lector indófilo no deja de ser frustrante este paréntesis.

La segunda consideración tiene que ver con la conexión entre países distantes y lectores cercanos a mediados del siglo pasado y hoy. Los franceses llaman grand reporter al enviado especial a lugares remotos que saltan a la actualidad generalmente por mor de una explosión de violencia. Aperados de recursos materiales y buenos contactos locales, estos reporteros de postín aseguran una cobertura eficaz del lugar que cubren. 

Bouvier no entraba en esa categoría sino en la siguiente, la del reportero free-lance que va donde le peta y financia el viaje como puede, publicando artículos y relatos en diarios y revistas y dando una que otra conferencia en algún centro cultural. En ese terreno, el desencuentro con el encargado de la Alianza francesa en Colombo, tras el cual Bouvier confiesa haberse metido los dedos en la boca y vomitado sobre la moqueta es tragicómico. 

Las dos categorías coexistían entonces. La primera sobrevive como puede a la revolución digital, la segunda no. El personaje que se asemeja hoy al reportero free-lance es el del instagramer que financia sus movidas a través de la publicidad que obtiene acumulando seguidores que lo imitan, en tanto que las conferencias de ayer, hoy serán mas bien talleres de lectura y de escritura. 

Atrás con las consideraciones y adelante con los extractos (traduzco de la versión original porque no dispongo de la edición en español), que espero den una idea de la onda de Bouvier y de la brillantez de su trazo:

SOBRE el viaje

Si era la soledad lo que buscaba escogí bien esta isla.

No se viaja para cubrirse de exotismo y de anécdotas como se cubre de adornos un pino navideño, sino para que el camino nos desvalije, nos estruje y nos seque y nos convierta en una de esas toallas desteñidas que les tienden con un chorrito de jabón  a los clientes en los burdeles.

Para darme ánimo y llenar un poco mi carcaj me puse a contar las habitaciones por las que he pasado durante el viaje. Esta es la ciento diecisiete.

SOBRE los insectos que invaden su habitación

Al ritmo al que van las cosas y como siento que mi estadía aquí se prolongará, me las veré menos con los humanos que con los insectos. 

La vida de los insectos se parece en esto a la nuestra: apenas nos vamos conociendo y ya hay un vencedor y un vencido.

Hace tiempo que no aplasto a los insectos porque los enterradores que enseguida llegan son peores que los primeros.

SOBRE la realidad en el trópico

Todo lo que se introduce en este decorado se degrada a una velocidad alarmante. Una fermentación continua degrada las formas para producir otras aun más complejas y fugaces y con las ideas pasa lo mismo. ¿Cómo orientarse a través de estas metamorfosis?

PRIMERA semana de monzón del sureste. A causa de una misteriosa osmosis las caras y los cuerpos se hinchan de humedad. Los clientes del albergue parecen haber sido hervidos.

SOBRE las religiones y las creencias de la isla

El judeocristianismo y el islam que instalan al centro de los mostradores un Dios único, exigente y celoso, favorecen incontestablemente el comercio. No así el hinduismo y el budismo. Cuando el tendero budista o hinduista abandona sin avisar su negocio para irse a meditar un par de años en la montaña, es raro que encuentre algo al regreso. Si el tiempo es cíclico y no lineal, para qué sirve la contabilidad y hacer balance y si la caja es una ilusión perniciosa e irreal, es innegable que el negocio decae.

Los romanos nos sacudieron fuerte y dejaron unos cascajos, unas indicaciones limítrofes y unos baños públicos, pero fueron los celtas irlandeses los que les enseñaron a los osos que somos a persignarnos y a rezar, a cantar reumas y a iluminar manuscritos donde el mundo aparece como un encantamiento.

SOBRE el trotskismo de una célula que el autor frecuenta

Me da la impresión de que tanto en materia de ideologías como en los negocios les endosamos una mercadería en mal estado a la que se aferran porque saben que ésta al menos no la reclamaremos de vuelta.

SOBRE la fauna local

Si no me quieren es porque saben que un día yo me iré y ellos tendrán que quedarse.

Bonzos con túnicas amarillas, más temidos por sus maleficios que respetados por su virtud, bajan una o dos veces a la semana de los grandes monasterios de las colinas para llenar el plato y el bolsillo y los ojos mirando el lánguido género femenino.

La mesa vecina la ocupa un grupo de empleados de oficina (...) media docena de mocetones que se acercan a la treintena y trabajan en la aduana, el juzgado y el correo. Hablan inglés mejor que yo, han leído a Jane Auster y compran en conjunto una revista picante llamada Susurrando que circula entre ellos, de mayor a menor durante la semana. Se imaginarán en qué estado está cuando la recibe el menor. 

El exorcista tiene ganas de comerse un pollo y de ejercer su poder y consigue engañar al relojero enviándole un paquete espantoso... (A continuación, el relojero contrata al exorcista para que exorcice el lugar, el exorcista degüella un pollo, rocía el lugar con la sangre del animal y se lo lleva a su casa donde lo cocina).

Los pandits (eruditos) de la redacción me felicitan por mi «conocimiento del Oriente». Son unos caballeros delgados con ojos de grajo y plateadas sienes que citan a Krishnamurti y a Ruskin de memoria y silban a Malher mientras desayunan.

SOBRE las piedras preciosas de las que Sri Lanka es pródigo

Detrás de las minúsculas balanzas los rubíes ojos de gato, los topacios, las piedras de luna empaquetadas en papel de seda duermen, rutilan y refulgen en secreto. Esas piedras que han madurado pacientemente su belleza en la oscuridad son una lección de lentitud y permanencia (...), anclan esta ciudad inconsistente en un tiempo lineal y le dan el punto de realidad suficiente para que el Parlamento pueda sesionar sin evaporarse.

Entradas populares de este blog

Noche de vino y cerezas por el Camino de Santiago

Siete libros de 2024

La alargada tristeza del ciprés