Un chiste de don Otto

PUEDE que haya alguno que no pero en general y a granel los chistes de don Otto son malos. Hay que decir para los lectores de provincia que en Chile un chiste de don Otto es uno de alemanes. Lo digo por la desazón que alguien pudo sentir anoche al conocer la noticia. Son de una mediocridad supina, me dice la Ce, hablando de los protagonistas de los chistes de don Otto, que ella conoce de primera mano. Se encontraron protagonizando el chiste de ser parte de la elite gracias a Pérez Rosales. «Nunca salí del habla que el Liceo Alemán me infligió en sus dos patios como en un regimiento, mordiendo con ella el polvo de un exilio imposible», escribió Enrique Lihn. Por suerte no duró mucho la desazón, que puede imputarse también al efecto conjugado del crepúsculo de un domingo de invierno y del espesor de un año que no se termina nunca.

Una buena noticia de ayer, alguna tenía que haber, es que el joven AP retomó el relato del Camino de Santiago que hizo en otoño y que llama De Santiago a Santiago. Habíamos quedado en León y ahora entramos en Galicia. Donde nos enteramos de que le sobra un santo al camino, un santo de malas pulgas, un Jacobo por añadidura y ya sabemos que Jacobo y Santiago son el mismo nombre. Otra buena noticia es que al relato aún le queda un capítulo, el final, el del paso por el Monte do Gozo y la entrada en Compostela.

En nuestro particular peregrinar volvimos ayer a este manzano. Allí donde ahora se lo ve triste y lamentero dentro de seis meses, dos estaciones, medio año, será una fiesta de colores con pájaros yendo de rama en rama y manzanas coloradas perfumando el valle y anunciando la sidra con la que brindaremos.

Y otra buena noticia, la postrera, es que al año ya sólo le quedan quince días, dos semanas, una quincena.

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