Como esos campanarios que emergen de los pantanos

CUENTA Luis Ruiz del Árbol que estaba viendo con sus hijos una película en la que el líder de una banda de extorsionadores le dice a su víctima: «No te enfades, esto es la ley de la naturaleza, el fuerte se come al débil». Uno de los niños, por entonces de seis años, se gira repentinamente hacia su padre y le pregunta: «Papá, ¿por qué si tú eres más fuerte que yo no me tratas así de mal?».

La respuesta que le da el padre al niño es bien calibrada y muy pertinente e iba a reproducirla como tal pero luego he pensado que el libro entero es una respuesta a esa pregunta. Es el caso también de esta otra interrogación de otro de los niños cuando descubre a los Beatles: ¿Por qué se separaron? ¿No eran amigos?

Todo cuanto en este libro se dice tiende a responder a esas preguntas. Y esas repuestas como un conjunto apuntan a la voluntad de aceptar la imperfección propia y ajena y subrayar el valor superior de la vida en común, para decirlo en los términos del autor. O dicho de otra manera: la mejor herencia que se les puede dejar a los hijos es el gusto por la vida, asumiendo el riesgo de la libertad del otro.

Los puntos altos de Lo que todavía vive, los más altos, creo que se alcanzan cuando el autor parte desde su intimidad o, mejor dicho, cuando nos hace parte de ella. No son muchos esos momentos, no abusa de ellos, pero cuando estos asoman pueden ir lejos. 

En lo jocoso, como la referencia a ese tío abuelo que se consagra a la genealogía y da mucho la tabarra con la cosa hasta que descubre algo que no le gusta en la historia familiar y entonces abandona la genealogía y calla para siempre.

O en lo estremecedor, como aquel momento de intimidad con su mujer tan profundo y vibrante que asombra la naturalidad con la que el autor lo cuenta. Tanto así que me da rubor reproducirlo y mejor lo dejo hasta aquí, confiado en que el lector lo encontrará y me dará la razón si no considera que exagero.

En fin, me alegra coincidir con Ruiz del Árbol en lo principal, esto es que los dos mejores álbumes de Tintín son Tintín en el Tíbet y Las joyas de la Castafiore. En todo lo demás también coincido, o casi.

Para muestra:

—El cielo es el mar de Castilla.

—El único sistema político perfecto es la República Intergaláctica unicameral con circunscripciones planetarias uninominales a doble vuelta.

—Se puede ser pobre pero nunca cutre. La escasez de medios no es excusa para la chapuza.

—Para redescubrir el carácter inaudito, gratuito, totalmente de más de lo existente nada mejor que las imágenes de esos campanarios que emergen de los pantanos cuando en verano baja el nivel de las aguas.

Y así sucesivamente.

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