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Mostrando entradas de agosto, 2025

Como esos campanarios que emergen de los pantanos

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CUENTA Luis Ruiz del Árbol que estaba viendo con sus hijos una película en la que el líder de una banda de extorsionadores le dice a su víctima: «No te enfades, esto es la ley de la naturaleza, el fuerte se come al débil». Uno de los niños, por entonces de seis años, se gira repentinamente hacia su padre y le pregunta: «Papá, ¿por qué si tú eres más fuerte que yo no me tratas así de mal?». La respuesta que le da el padre al niño es bien calibrada y muy pertinente e iba a reproducirla como tal pero luego he pensado que el libro entero es una respuesta a esa pregunta. Es el caso también de esta otra interrogación de otro de los niños cuando descubre a los Beatles: ¿Por qué se separaron? ¿No eran amigos? Todo cuanto en este libro se dice tiende a responder a esas preguntas. Y esas repuestas como un conjunto apuntan a la voluntad de aceptar la imperfección propia y ajena y subrayar el valor superior de la vida en común, para decirlo en los términos del autor. O dicho de otra manera: la mej...

¿Podría desvestirse, joven?

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ESTA es la historia de un muchacho enfermo de tuberculosis en una pensión para caballeros, y de los caballeros que justamente lo rodean, en Görbersdorf en 1913. Görbersdorf, en la Baja Silesia, estaba entonces en Prusia y tras la Segunda Guerra pasaría a ser polaca, pero sigue quedando a dos pasos de las fronteras checas y alemana.  Quien haya leído  La Montaña mágica  reconocerá la similar circunstancia y es también probable que aprecie esta historia doblemente. Pero si no la ha leído la apreciará igual. Porque si  Tierra de empusas (las empusas son seres del submundo que observan y comentan), la reciente novela de Olga Tokarczuk, la primera que escribe tras la recepción del Nobel en 2018, es una reescritura de la novela de Mann, al mismo tiempo no lo es y se basta a sí misma.  Se trata de una obra densa, en el sentido de sólida, tocada por el alma eslava, por decirlo de alguna manera, lo que no le impide ser por momentos hilarante. Ilustro con un par...

Vuelta al Brabante

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DE REGRESO hacemos dos altos en el camino, en el lago de Chantecoq y en Bar-le-Duc. En Chantecoq estuvimos hace 21 años cuando Daniel tenía 15 y quería bañarse en ese lago que había imaginado a la distancia. Las aguas están donde mismo, allí donde hace más de cien años los parisinos crearon una represa con la que protegerse de las inundaciones y abastecerse de agua en caso de necesidad y en los años setenta inundaron unos cuantos pueblos. Ahora es un balneario democrático con sus deportes náuticos y sus chiringuitos de papas fritas. Sentados al borde del agua pensamos que si volvemos será dentro de 21 años y tendremos él 57 y yo 91, la edad a la que murió mi padre. La melancolía nos cubre con su manto pero es una melancolía compartida, lo que la hace más llevadera. Bar-le-Duc nos parece a ras de calle feo y desangelado. Subimos luego a la torre y sin embargo desde arriba nos deslumbra. Esta ciudad fue la capital de un ducado independiente hasta bien entrado el sXVIII. Por lo visto, la ...

Una auténtica novela policial

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UNO lee el primer diálogo —«¿Falta mucho?»— y ya no puede dejar de leer hasta el final: «Que no descanses en paz, hijo de puta» «Los hechos que se cuentan en esta novela son pura ficción, dice el autor, aunque bien pudieron ocurrir en la realidad. Crímenes brutales siempre han existido, pero lo particular de las dictaduras es que estos crímenes los cometen aquellos que se supone que deberían impedirlos. Ante tan sórdido espectáculo, la mayoría observamos con fascinación y callamos por miedo. A veces sin embargo un miembro anónimo de la policía no mira para otro lado sino que decide investigar y se acerca a la verdad. Es el caso del crimen de Marisol Wilson, una joven de la clase alta chilena, en los primeros años de la dictadura, y del policía rebelde Lautaro Urbina, que lo resuelve a su manera. Entre el hallazgo del cuerpo de la víctima y la resolución del caso desfila un relato bien enhebrado, unas cuantas situaciones impresionantes y una escena inolvidable que ocurre en el matadero ...

Grado siete para arriba

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EL PRIMERO que me sacude la memoria es el de la tarde del plácido domingo 22 de mayo de 1960, conocido como el terremoto de Valdivia o el maremoto de Corral. Un cataclismo, un 9,5, el mayor sacudón que ha dado el mundo. El mar se salió de madre, remontó el curso de los ríos, saló lagos de agua dulce y se tragó pueblos enteros. Uno de mis tíos estaba subido a una escalera pintando la casa, una posición incómoda para afrontar el sacudón. Se cayó de la escalera y encima le cayó el tarro de pintura. Él se decía afortunado porque sólo se rompió la clavícula, una nadería comparada con lo que vivió tanta gente. Era joven y se recompuso enseguida para afrontar los sacudones que en su vida iban a ser frecuentes. Yo estaba en primera ​​de ​​preparatoria y vivía en un valle transversal del centro de Chile, donde en las semanas siguientes veríamos llegar a varias familias de damnificados que huían del sur. Años después conocí a una comunidad de lafquenches originarios de Toltén que, habiendo perdi...