El bananero de Foucault
CUENTA Mathieu Lindon en este libro que Michel Foucault lo dejó al cuidado de las plantas antes de emprender un viaje a África. Lindon, entonces veinteañero y escritor en ciernes, aprovechó esa estadía veraniega en el espléndido piso parisino del filósofo para iniciarse en el consumo de psicotrópicos pero no por eso descuidó el riego cotidiano. Aun así, al regreso del filósofo las plantas habían fallecido. La reacción de Foucault acabó por seducir al joven Lindon: «Estas cosas hay que tomárselas con filosofía».
Mientras lo leía pensé que sería otro caso de exceso de riego, sabiendo que la mayoría de las plantas de interior mueren tanto por falta de agua como por exceso. Más adelante sin embargo Lindon cita un artículo que escribió para Libération, el diario en el que trabaja, en el que cuenta la misma circunstancia con más detalles: «Me dejó las llaves de su casa para que cuidara su bananero. (Los plátanos que cosechaba los los servía flambeados a los postres en las cenas que organizaba). Me hice cargo de las llaves pero olvidé regar el árbol (...) que murió, por lo que esperaba su regreso con temor y remordimientos». Así las cosas, si el bananero que, en rigor, no es un árbol sino una planta, ya había dado sus frutos, es natural que muriese y lo habría hecho con o sin los cuidados de Lindon. No es necesario saber algo de botánica a la hora de escribir un libro pero algo de ese saber no está de más a la de hacerse cargo de las plantas.
Cerrado el paréntesis bananero hay que decir que el de Lindon es un relato de iniciación en el que éste cuenta los años en que frecuentó a Foucault hasta su muerte en los inicios de la epidemia de sida. También, la muerte posterior en similares circunstancias de su coetáneo y amigo Hervé Guibert. Y refiere por último la muerte de su padre y en general su relación con él. A Foucault, Lindon no le ve defectos sino una suma de virtudes considerables, como la de haber sabido establecer con él una relación horizontal a pesar de las mayúsculas diferencias que los separaban.
Mathieu es hijo de Jerôme Lindon, fundador de Editions de Minuit, una de las mejores editoriales parisinas, si no la mejor, o al menos la más mítica, lo que le ha valido codearse desde pequeño con la flor y nata, al punto de que Beckett era para él simplemente Sam. Los tres personajes principales del libro, Foucault, Guibert y Jerôme Lindon, tienen derecho al día siguiente de su fallecimiento a una portada en Libération.
Hablando de la muerte, cuenta Lindon que Foucault le dijo una vez que la desaparición de alguien significativo para uno es un evento de tal magnitud que resulta inaceptable. Con todo, el evento tiene al menos un mérito para el sobreviviente y es que de entonces en adelante la relación ya sólo depende del que sobrevive. De lo que este libro es una buena ilustración.
Foucault que, según cuenta Lindon, es el autor del insulto entre los insultos: «Vous êtes un crachat» (Es usted un escupo), le habría dicho a un editor cuando notó que éste lo estaba estafando. En cuanto a Lindon padre, por su parte, es el autor de la probablemente mejor explicación en cuanto a porqué es mejor comportarse bien que mal: porque es más cómodo. Lindon hijo no se queda atrás cuando dice que la gente tiene hijos para no tener que elegir a quién querer. Ahí lo dejo.
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PS/ A pesar de que he leído a Lindon y aprecio su escritura, dudé si leer o no este libro cuyo título me parecía francamente malo. Pero a poco andar el relato me atrapó y comprobé que el título no tiene mucho que ver con lo que se cuenta, por lo que finalmente tampoco tiene mayor importancia. Y que además un pobre título no impide ganar un rico premio.