El Clásico

ME ACOMODÉ ayer a ver el Clásico en el «Oufti !», un bar de belgas de este pueblo. En la primera mesa había una pareja, él del Madrid, ella de Rossy de Palma. Rossy se aburría y mientras en la pantalla llovían los goles ella prefería «revisar» sus tikitokes. Los dos primeros goles del Madrid cayeron rápidamente y el hombre del Madrid soltó alegres voces. Pero enseguida comenzó a marcar el Barça, uno, dos, tres, cuatro goles, y esta vez fue el turno de las mesas de atrás de subir el tono. Tanto así que al hombre del Madrid no le quedó más que comenzar a conversar con Rossy de Palma, que lo miraba con perplejidad, como diciendo: ¿Y ahora a este qué le pasa? Circunstancia que aprovecharon dos rioplatenses para interpelarlo desde la mesa contigua: «Escribíle a Florentino que lo venda, el chavón es mufa, puede marcar cinco goles pero igual es mufa. Lo esperaron cinco años a que viniera y ahora que vino, el Madrid está hundido y el PSG lo gana todo. El chavón es mufa, escribíle a Florentino que lo venda antes de que sea tarde». Lo tremendo del caso es que el hombre del Madrid les decía que sí, que sí, que claro. Tal vez presentía que la correlación de fuerzas no le alcanzaba para contradecir a nadie, tal vez lo pensaba él también de corazón. Por otra parte, en una mesa del fondo un hombre torvo se enfadó con su acompañante y arrojó un par de copas al suelo, quebrándolas con estrépito. Ella se acomodó la peluca como pudo, haciendo un gesto que también podía significar que se llevaba las manos a la cabeza. El tipo se levantó de la mesa, pero volvió enseguida. Ella no se lo tuvo en cuenta. Ya vendrán a limpiar, le dijo. Por el pasillo asomó un belga ventripotente y comenzó a dar voces diciendo que los árbitros obedecían al que les diera más dinero. Por suerte se fue enseguida, pero no tardó en remplazarlo un sueco favorable al Madrid e igualmente pasado de copas que no se privó de señalar sin que viniera a cuento que el sponsor del Barça, Spotify, era una compañía sueca. Para ilustrar sus dichos se dibujaba un círculo con sus dedos gordos sobre su camiseta. Acabado el primer tiempo el público renovó sus consumiciones. Los que bebían cerveza se pidieron otra y los que tomaban café se pidieron un digestivo. Aproveché ese momento para irme con el viento fresco que soplaba fuera. Ya en casa, me leí todo lo que se iba publicando sobre el Clásico y la lectura se me hizo poca. De hecho, escribo esto por si a alguien también le pasa y quiere leer una última cosa sobre el Clásico.

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