Maugham de memoria



ESTOY lejos de haber leído todo lo que publicó Somerset Maugham, escritor prolífico y muy leído en su tiempo. Algo he leído y alguna reseña sobre esas lecturas he dejado escrita. Hace poco Neil Davidson recomendó este libro. «Es mi biblia», dijo. En VO se llama The Summing Up, no parece haber versión en español y yo leí la versión francesa porque me quedaba a mano. El título fue traducido como Memorias, sin embargo que es más un resumen que un compendio de recuerdos porque el autor no cuenta su vida sino más bien las lecciones que su vida le ha deparado, como bien dice Davidson.

Maugham (SM, en adelante) nació y murió en Francia y vivió en el país galo buena parte de su vida, al punto de que se lo tiene por el más francés de los escritores ingleses y ha sido llamado el Maupassant inglés por su manejo consumado del relato breve. Aun así, su trasfondo es profundamente inglés. El dice sólo haberse sentido inglés lejos de Inglaterra aunque esto último tal vez pueda ser considerado también como un rasgo típicamente inglés. Otro rasgo suyo que también puede ser considerado muy inglés es su afición a quitarse méritos, lo que acaba siendo una manera de añadir otro mérito a los muchos con los que ya cuenta: la modestia. 

Todo esto expuesto con una prosa envidiable. Claridad, simplicidad y eufonía son las tres cualidades a las que aspiraba su escritura, según él. Juntar las dos primeras puede parecer redundante, pero para expresarse clara y simplemente a veces hace falta insistir. SM se vale  de una imagen expresiva para explicar qué entiende por claridad: es preferible sobrellevar la calvicie que ponerse una peluca ondulada.

Digo antes que SM no cuenta su vida en estas memorias. Salvo en un par de capítulos, en los que relata cómo en su juventud, huérfano y al cuidado de su tío, logró convencer a éste de dejarlo estudiar medicina en lugar de convertirse en presbítero como él. Y viajar a menudo y pasar largos periodos en el continente, en Francia y Alemania, al inicio, en España e Italia (¡Sevilla, Capri!), luego. Estas decisiones le valieron al joven SM la salida de la esfera de influencia de su tutor y le permitieron consagrar el tiempo libre que le dejaba el estudio y la practica de la medicina a la lectura, la escritura y los viajes.

La Guerra vendría a interrumpir esos años de formación y supondría un paréntesis en el que SM se alistó como conductor de ambulancias y más tarde el M-16 lo envió a Rusia, donde la revolución frustró su misión. Tras la Guerra, el éxito al que apuntaba como dramaturgo y novelista no tardó en confirmarse, lo que hizo de él un autor célebre y un hombre acomodado que pudo viajar cuanto quiso y vivir holgadamente en su madurez y su vejez frente al Mediterráneo en la Costa azul.

Sobre el interesante asunto de su sexualidad, del que la lectora y el lector estarán queriendo saber algo, SM se limita a decir esto: «El placer más intenso que puede experimentar el cuerpo es el que procura la unión sexual. (...) Para desgracia mía, un temperamento excesivamente delicado me ha impedido dejarme llevar a la voluptuosidad. Y si me he mostrado moderado en esta materia es porque soy difícil de satisfacer». Ya está, nada más que añadir, más allá de que esta confesión va en la página 69.

También hay páginas de novela en estas memorias: sus descripciones del gran momento de los ensayos generales en el teatro de su tiempo son espléndidas y están llenas de detalles significativos. Como espléndidas son las páginas sobre lectura y escritura y sobre teatro y relato. Y así es cómo su resumen acaba en un inesperado recorrido por la historia de la filosofía. 

Hablando de este libro, Borges dijo que parece increíble que el mero sentido común nos deslumbre, algo que también podría sostenerse de la filosofía de Spinoza, que SM tiene por de lo mejorcito de la filosofía universal. Lo que nos deja la conclusión botando: las memorias de Somerset Maugham o un deslumbrante despliegue de sentido común.

PS: Un par de detalles pintorescos sobre la estirpe de los Maugham, muy feos todos, según SM, que además de ser feo tartamudeaba. ¿Cómo es que siendo tan guapa estás con un nabo como tu marido, le preguntaron una vez a su madre. Pero si nunca me ha hecho daño, respondió ella. Su abuelo, por su parte, tenía un carácter marcadamente atrabiliario. Una día no le gustó que le pusieran las papas sin pelar en la cena y las arrojó una a una contra los retratos que adornaban el comedor.

PS 2: Sobre su relación con las lenguas extranjeras, dice SM que no vale la pena perder tiempo tratando de dominarlas a la perfección. Salvo en lo que concierne al francés, la lengua que la gente cultivada tenía en común en su tiempo, y también porque siendo la literatura francesa grandiosa y habiendo ejercido una influencia profunda en el resto del mundo, se hace indispensable poder al menos leerla como la propia lengua. Pero incluso en relación al francés conviene limitar las pretensiones de perfección en su manejo, concluye SM, porque hay que desconfiar de un inglés que hable francés perfectamente: o es un estafador profesional o bien un diplomático.

PS 3: Sobre las diferencias entre escribir novelas u obras de teatro, SM cuenta que en su periodo como dramaturgo estando en presencia de una puesta de sol espectacular agradeció a los cielos poder mirar un atardecer sin preocuparse de cómo describirlo.

Advertencia al lector y a la lectora: Si le ha gustado hasta ahora este comentario, no deje de volver por aquí de tarde en tarde. No diré, como Neil Davidson, que las memorias de SM se han convertido en mi Biblia, pero es más que probable que, si todo va bien, vaya agregando otros PS a los tres que he puesto supra.

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