Me gustó todo de «Vermiglio» y sobre todo estos cuatro momentos


EL HABLA de la gente de Vermiglio, la película de Maura Delpero, se llama solandro y tiene unos prontos de español que te dejan pensativo. Luego me entero de que el solandro es una de las hablas del ladino. Que no es el ladino que habla o hablaba la diáspora sefardí, sino la lengua de la Ladinia, la región del Alto Trentino, en el arco alpino del norte de Italia. El maestro del pueblo, que es también el padre de la familia que protagoniza el filme, se empeña en que los habitantes de Vermiglio no hablen solandro sino italiano. Pero en la intimidad de la habitación con su mujer habla en solandro.

Me gustó mucho Vermiglio y por suerte no soy el único. Ser considerada cine antropológico no le impidió ganar el León de plata en Venecia ni ser seleccionada para representar a Italia al Oscar a la mejor película extranjera. La vimos en el cine del pueblo tras tragarnos diez minutos de sinopsis destempladas y otros tantos de publicidad chillona. Después de eso, detenerse en unas imágenes que dejan tiempo para ser miradas y escuchar hablar solandro es un bálsamo para los sentidos.

Todo me gustó de Vermiglio y si paso a detallar unos momentos que me gustaron especialmente es porque este es un sitio confidencial donde estas cosas pueden decirse.

El momento en que el menor de la fratría le pide a su hermano mayor que le cuente por enésima vez su encuentro cara a cara con un oso. Se ve que se lo pide tanto para sentir miedo cuanto para sentirse protegido. 

El momento en que Virginia, la rebelde del pueblo, è andata in Cile. El momento todo tiene que ver con Chile que no falte. 

El momento en que la madre le reprocha a su marido que se gaste el dinero en discos de Chopin cuando ella tiene que contar las papas que les da a los niños. Y el marido le responde con engolamiento que la música es el pan del alma.

Que la madre primeriza borde el nombre del hijo que espera en su camisa. Ponlo en masculino, le dice la abuela. Si es una niña te será fácil corregir. La joven borda entonces como nombre Antonio y luego tras nacer Antonia sólo tiene que agregar un breve apéndice.

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