Triste pero alegre

 

UNA novela de Modiano publicada en 1975 cuya acción transcurre quince años antes siendo lo de acción una manera de decir. Que es como un filme de Antonioni pero en divertido. Los filmes de Antonioni son buenos pero son serios, nadie se ríe viendo un filme de Antonioni y si alguien lo hace parece un tarado. Leyendo esta novelita de Modiano en cambio uno se ríe con ganas, hasta que, como anticipa el título, la cosa se pone triste porque asoma la ominosa sombra de la guerra. No es que Modiano promueva la risa: no cuenta ningún chiste ni se hace el gracioso, son las situaciones las que resultan jocosas aunque no pretendan serlo. Hasta que, como digo, la tristeza levanta la cabeza.

El personaje masculino es tal como he visto a Modiano alguna vez en la tele, espigado y aparentemente despistado y con ostensibles dificultades para expresarse oralmente, debilidad que compensa por escrito con una capacidad superior para describir. En esta Villa Triste Modiano tiene 18 años, porta un monóculo, se hace llamar Victor Tchama y pretende ser un conde de origen georgiano. Cómo no te vas a reír. 

Su novia en cambio es provinciana y muy francesa y aspira a convertirse en actriz de cine y en todo momento hace lo posible por parecer un alucinante poster en movimiento, como decía Lira que era su novia de él. Este conde Tchama si no es apátrida al menos es desarraigado y su fascinación por la vida provinciana, que tiene algo de inmutable si no de eterna, es una línea de fuerza del relato. Y a esa atracción responde, más o menos complementariamente, la curiosidad de los vernáculos por los venidos de fuera. Según de dónde, claro. 

La novela tiene medio siglo, si cuento bien. Tanto así que Modiano pone entre comillas expresiones tomadas del lenguaje hablado que entonces sonaban raras puestas por escrito. Ahora, medio siglo después, las que suenan raras son esas comillas porque esas expresiones están completamente naturalizadas.

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