Treinta y tres días entre Santiago y Quilimarí

YA, ¿y?

EL punto más austral en este viaje no pasa de ser la Plaza Ñuñoa de Santiago y el más boreal la plaza de Quilimarí. ¿O sea que hay una plaza en Quilimarí?

EN medio de la conversación sale a colación la laguna de Aculeo, que se seca y en parte se vuelve a mojar, y el camarero se disculpa por interrumpir y cuenta que cuando mozo iba a Aculeo a pescar pejerreyes que luego usaba como carnaza para pescar cojinovas en la Boca de Rapel. 

EL episodio me recuerda, cómo no, la historia del camarero de Entrepiernas que ya conté alguna vez y vuelvo a contar ahora a ver si mejora: En Chillán a la cordillera vemos que un caserío se llama Entrepiernas y nos bajamos a estirar justamente las piernas y sacarnos unas fotos. Ya en Santiago con los amigotes contamos entre risas el paso por  Entrepiernas y el camarero se disculpa por interrumpir y con su mejor cara de lugareño nos confiesa lo siguiente: Resulta que yo soy de Entrepiernas.

GENTE que se pone nerviosa. Cuenta Daniel Ramírez en el concierto con música de Gurdjieff y Thomas de Hartmann, que presenta en Ñuñoa, que estaba escuchando a Mozart en el auto y su acompañante le pidió que apagara la música porque lo ponía nervioso.

GENTE que se pone nerviosa. Como aquél que se encaramó a la Pietà a demolerla a martillazos, agrega Ramírez. Ahora bien, admito que a mí me pone de los nervios escuchar en un lugar cerrado las obras completas de Camilo Sesto, por poner un ejemplo. Al que le doy unos cuantos imaginarios martillazos.

GENTE que va paseando al perro en patineta mientras mira el celular. Tiene toda mi perplejidad.

GENTE que sube a la torre mas alta de Sudamérica, el famoso Costanera Center, 62 pisos y un mirador, para transmitirlo todo celular en mano. He oído decir que el 63 es el piso preferido de los suicidas, pero no parece haberlos, o bien que disimulan entre los filodendros de plástico. Son tan de plástico los filodendros que dan para refrán: Erís más falso que filodendro del Costanera Center.

A LA salida nos espera la señora que vocea sus queques mágicos en la feria callejera.

DUDO entre ir a un concierto o a otro. En uno habrá un coro. Voy al otro. Hablando de coros, Merino me cuenta del griego Estesícoro, que dirigía un coro y cuyo nombre significa Este sí que es coro.

EN el balcón, un tallo de pata de guanaco (cistanthe grandiflora). Quedó olvidado durante un año sin que nadie lo regara o lo regase. Comienzo a regarlo yo y en una semana despunta un primer brote. Parece un milagro y lo es, pero en el desierto ese milagro se produce a gran escala cuando llueve en el invierno.

VEO una exposición en la UC sobre grabado renacentista y pintura colonial americana. Preciosa. Te la resumo en una frase: allí donde en Europa los grabadores ponen pálidos arcángeles los pintores cuzqueños y quiteños ponen coloridos loros.

VEO otra exposición cuyo nombre me callo porque no quiero quedar mal con nadie, como cantaba González: efectismo visual y prosa curatorial infumables.

ESTA pregunta de Arthur Koestler: Si usted publica un libro, ¿preferiría tener cien lectores hoy; diez lectores dentro de diez años; o un lector dentro de cien años? El resultado de la votación es estrecho pero vencen los cien lectores del presente. Es tentadora esa lectora que nos mira desde el futuro, pero yo también me quedo con los primeros cien lectores que espero tener ahora.

CUANDO mi madre termina de leer mi libro me da un abrazo y me dice: Inquietudes, inquietudes…


NO SÉ por qué de pronto recordamos la frase de Juan Tejeda: «Quiso ser escritor, pero sólo llegó a ser escritor chileno».

LO que me cuentan de su muerte me cuesta un insomnio. Ojalá que la muerte me encuentre plantando mis repollos, decía Montaigne. Indiferente no sólo a la muerte sino también al jardín y a los propios repollos.

ESTOY sentado leyendo en un banco en el Pueblito de Los Dominicos. Pasa un grupo de señoras argentinas, todas rubias. —¿Cómo se llama esa cosa que compraste, Mabel? —Sopaipillas. —…¿Eh? —Sopaipillas. (Se lleva las manos al vientre). —Ah, es que las estoy sintiendo.


SOBRE una mesa duerme un diario que nadie huele. No seré yo quien pise ese palito.


DE la vuelta por el centro lo mejor es el charquicán de cochayucho del Naturista (aunque ahora lo llamen «estofado»). También el fusquinha amarelo que me tiende un caribeño en la Alameda. Y la respuesta que me da un dependiente: «No tenemos de eso pero lo estamos fabricando. Vuelva la próxima semana». Nunca sabe uno si le están tomando el pelo cuando le están tomando el pelo. 


TERMINA la conferencia y sólo hay tres preguntas: una de un brasileño, la segunda de un argentino y la tercera de un chileno. Como en el chiste. Como en el chiste también, las respuestas no tienen nada que ver con las preguntas. Por suerte.


EN la plaza las palomas van y vienen, menos una. Es la paloma coja.


VOY a la playa. El viaje comienza con el viaje. Quiero decir que tan interesante como estar es haber ido, haber visto las peñas de Llay Llay en el camino, la sucesión de valles y de ríos y de cerros. Llovió en el invierno, el campo está verde y espejea el sol en los estanques. Y luego están los pueblos que han ido apareciendo. Tienta decir que han aparecido de la nada, pero no han aparecido de la nada. Algunos ya tienen nombre —Los Manantiales, La Ballena— y hay uno cerca de La Ligua que se llamará de alguna manera pero su nombre no asoma por ninguna parte. No todo es pastoril, claro que no. También están los camiones que bloquean el camino y la sombra ominosa de los tranques de relave. Uno de esos devastó un pueblo minero en el terremoto de 1965 y allí sigue.


QUÉ foto pongo. El libro, la pata de guanaco, los pejerreyes, el cochayuyo, las peñas de Llay Llay, las sopaipillas, los queques mágicos, la última papa de la cazuela, el pueblo de La Ballena, el celular del Sergio, el aire de Quilimarí...



MEJOR respuesta chilena: 
Ya, ¿y? Como en este diálogo real: —Al Sergio se le quedó el celular en la casa. —Ya, ¿y? O en este, imaginado: —Treinta y tres días entre Santiago y Quilimarí. —Ya, ¿y?

YA, ¿y?

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Continuará...

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