El espíritu propone, la carne dispone

A ORILLAS del río Guachaca, en Colombia, hay que espantar a los tucanes con una escoba y hacer frente a una manada de potenciales violadores armado de un cuchara de palo. Me entero de todo esto por el libro de Manuel Vicuña, Una historia posible, que no es sin embargo un relato de aventuras, ni un manual de sobrevivencia, ni siquiera una guía de viajes exóticos. 

No es la única paradoja a la que el libro nos confronta. Bajo su apariencia templada (el titulo, los tonos pastel de la portada) su autor nos pone frente a temas peludos: las pasiones (las pulsiones), la paranoia, el suicidio, la memoria, la escurridiza identidad. 

El colmo de la paranoia, decía Phil Dick, no es cuando todos están contra mí sino cuando todo está contra mí. Y sobre suicidas refinados, esto: los pilotos kamikazes se cortaban el pelo y las uñas, que disponían en una urna que sería entregada a sus deudos una vez consumada su explosiva misión.

En otro plano, paralelo y confluyente, Una historia posible compone un recorrido por las tuberías de la contracultura (Ginsberg, Breton, Trotsky, Laing...) y el tira y afloja de ésta con la modernidad. 

Esa tensión mencionada arriba la explicita el propio autor cuando confiesa haber soñado con documentar paisajes extremos antes del despertar al sedentarismo del ensayista, cuya máxima aventura consiste en no corchetearse un dedo. «El espíritu propone, la carne dispone», concluye nuestro autor que, como se ve, se las trae. 

No digo más, sino que me he leído este libro de una sentada y me ha alegrado el día saber que la bibliografía de Manuel Vicuña es variada y larga.

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