El día en que cambió el mundo

CUENTA Beltrán Mena que Iván Illich llegó a la isla de Brac cuando criatura, en 1926, y junto a él llegó a esa isla croata el primer megáfono. Hasta entonces todos hablaban y todos escuchaban, pero con la llegada de la megafonía el mundo cambió porque unos pasaron a hablar y los otros a escuchar. «El famoso tiene derecho al megáfono, pero la fama consiste precisamente en el acceso al megáfono, un perfecto canibalismo circular que da como resultado que los parlantes amplifican la opinión de individuos cuyo único mérito es haber alcanzado el micrófono», escribe Mena. Y los que se revuelven contra el monopolio del micrófono, cuando lo atrapan no tienen mucho más que decir que un triste «aló». 

Cuenta también que un día de 1990 fue con Jorge Teillier a tomar unas fotos a la Estación Central de Santiago. Tras la sesión, Teillier quiso beber un vaso de vino y se pusieron a buscar un bar. Y para su sorpresa no encontraron ninguno. Los alrededores de la estación se habían llenado de tiendas de baratijas y estas se habían llevado por delante los bares. Que no haya un bar junto a una estación significaba para Teillier que cambió el mundo, que se acabó todo. Pero Teillier, que de esas cosas sabía un kilo o, si prefieren, sabía un litro y medio, tenía una última carta que jugar y se dirigió a un oscuro mendigo, que les indicó que sí había un bar en las inmediaciones, el bar Los Arbolitos, hasta el que por fin llegaron y celebraron que aunque el mundo había cambiado aún quedaba un bar escondido en el que brindar.

Espléndido este Rey de las bolitas. Cuando cerré el libro me dije que lo hubiese querido escribir yo. Con eso te digo todo.

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