Un señor pas comme il faut
PERO cómo no han hecho una película con esta historia, me pregunté cuando terminé de leerla, teniendo en cuenta lo de moda que está lo queer en el cine y no sólo en el cine. No tuve que buscar mucho, sin embargo, para encontrar un guion basado en la novela y escrito nada menos que por Hugo Claus, que es de lo mejor que hubo en Bélgica como escritor en el siglo XX. Supongo que Claus no llegó a convertir el guion en película por la razón más común en estos casos, la falta de financiamiento.
Sólo consigo leer fragmentos del guion pero, después de leer una novela, ver en qué la convierte un guionista como Claus es un lujazo. Lo que confirma, como si fuera necesario, que la buena literatura es como la deliciosa tarta pascualina, un panqueque sobre otro panqueque, el relleno placentero al medio y el conjunto de todo eso.
Por encontrarle un defecto a la novela de Eekhoud diría que la figura de Guidon Govaertz, el joven pastor del que se enamora el conde que huye de sí mismo a una isla del mar del Norte, parece un tanto desdibujada. Compruebo que Claus subsana ese defecto y que en el guion el pastor asume unos contornos bien marcados.
Eeckhoud narra una iniciación pigmaliónica, en la que el maestro pretende convertir a su rústico discípulo en un refinado artista, abortada por la contumacia plebeya. Y es, sobre todo, la crónica de una muerte anunciada, en el sentido de que la narración se va cerrando sobre un desenlace que se prevé como inevitable: el pueblo se llenará las manos con la sangre de un señor pas comme il faut.
Escal-Vigor, el título, es un cuasi anagrama de Oscar Wilde. Y no es el único paralelo posible con Wilde. A Eekhoud le metieron un pleito tremendo en los tribunales de Brujas sólo por haber publicado esta novela, en la que no hay, por lo demás, ni una onza de pornografía. A comienzos del XX, hace cien años apenas, el control social sobre el amor entre hombres era en Europa del nivel del que se ejerce hoy en Irán o en Corea del Norte. Una lectura optimista de esto último indica que en unas cuantas décadas más la represión brutal que hoy ejerce el poder en sus países les parecerá a los iraníes y a los norcoreanos una extraña antigualla.