Si vas a París te recomiendo la torre Eiffel

 


BÁRBARA MINGO ha escrito este libro precioso. 

En su comentario, Montano subraya la dificultad de comentarlo puesto que «lo mejor que se puede escribir sobre el libro va en el libro: es el prólogo de Daniel Gascón». Con todo, añade que «la escritura es ligera y libre, precisa, cantarina, saltarina, ¡con humor! Transcurre con un talento despreocupado que suscita complicidad. La alegría tan delicada que produce su lectura (una alegría que se roza con la melancolía) tiene un efecto celebratorio de este mundo raro». 

En el citado prólogo del libro, Gascón dice por su parte que su autora es «emocionante sin ser cursi, mística sin monsergas, natural y misteriosa: es una poeta panteísta y una humorista. Al leerla, al entrar en su longitud de onda, la realidad se vuelve más intensa, se ilumina». 

Y ahora que los he citado a ambos me doy cuenta de que la dificultad a la que alude Montano la tengo yo por partida doble. A ver si puedo salvarla poniendo dos o tres citas tomadas de sus páginas, no sin meter de vez en cuando y muy entre paréntesis la cuchara:

—«Hay que levantar los edificios pensando en que sus ruinas queden bellas, decía Albert Speer».

—«Bebimos una cerveza en una terraza natural que se abría a un paisaje donde el sol volcaba su tarro de miel».

—«Si vas a París te recomiendo la torre Eiffel». 

(Aquel niño que se acerca a Jean-Claude Carrière en un pueblo remoto de la India para pedirle que cuando regrese a París le mande una postal con la Torre Eiffel. O la sorpresa que te llevas cuando en Uagadugú te encuentras a boca de jarro con la torre Eiffel en versión rolliza).

—«Que desde tu ventana se vea el cielo, recomienda o desea un proverbio malayo. Yo creo que es para que puedas ver pasar los pájaros. La renuncia a pretender lo que amamos la podemos practicar con ellos, ya que no tenemos más remedio».

(Hay otro libro precioso precisamente sobre eso, éste).

—«Era ligerísimo, más ligero que no tener nada en la mano».

—«También resulta bastante raro el mamífero humano, que se abrocha los botones, hace cola en la nieve, toca el arpa y puede pasar años sin hablarse con su hermana».

(Esa fila de jovencitas azules de frío en una interminable cola bajo la nieve delante de una sala de conciertos en mi pueblo. Les pregunto a quién esperan y me responden que a Kendji Girac. Ah, contesto, como si yo supiera quién es).

—«Lo que más emborracha es el sol. Un día adelantado de primavera en mitad del invierno aligera los pensamientos y el paso. Se esperaba una tormenta y ha salido el sol, y todos con él han salido a la calle. Lo que ayer me preocupaba ahora me parece una tontería, aunque hay quien sigue reprochándose algo: que la culpa de mortificarse era suya por no haber aprendido a dejarse llevar». 

—«He buscado en internet la duración media de las relaciones sexuales por países. En España es de 3'22 mientras que en Italia es de 2'40. Ahí quería yo llegar, a Italia, donde es natural que se siga el patrón pasta. En Nápoles, para hervirla, tradicionalmente se han rezado tres avemarías desde que se meten los macarrones en el agua hirviendo, y no hace falta seguir las recomendaciones de cocción que vienen en los paquetes, porque son para extranjeros. En cuanto a las cantidades, depende de la zona, pero en el Véneto se sigue el perímetro del pene para el cálculo de los espaguetis por comensal. En fin, pueden parecer maneras un poco obsoletas, pero no dejan de ser útiles». 

Cuando me lo recomendó, Montano añadió que era un libro hecho para mí. Es lo mejor que me han dicho en lo que va de año.

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