El tiempo y unos altramuces


EN los tiempos del Nickjournal, allá por el año de la pera, destacaban en ese sitio quienes escribían con nombres breves como M, AS o Tse, cuanto más breves mejor. M ahora escribe en El País, Tse escribe a veces en El Mundo y AS, que resultó llamarse José Antonio Montano, escribe en The Objective. Si hablo del Nickjournal es porque este libro de Montano recopila una selección de sus columnas desde esa época hasta el presente, un periodo de veinte años en el que ha escrito en varios medios.

El tiempo protagoniza estas columnas. El tiempo, su materialidad, sus figuraciones. Se trata de un protagonismo paradójico porque a la vez que se presenta el tiempo se escurre y nos esquiva. El columnista lo coge por los cuernos sin embargo, como hace el forcado con el toro en la corrida portuguesa, y lo despliega sobre la arena, así sea esquivo, escurridizo y escamoteado. Allí está, allí se queda. 2004 fue el año de la masacre de Atocha, una herida abierta para siempre. 2017 y los precedentes fueron los años del proceso mortadelista, y a partir de 2020 siguieron los años de la pandemia y sus rituales: el confinamiento, la misantropía, la vacunación por edades... 

En su cuerpo a cuerpo con el tiempo y sus fantasmagorías, Montano sabe traer a colación, sabe citar. Algo que dijo alguien antes sobre otra cosa viene a cuento por mor de la analogía. Hay citas muy buenas en este libro. Escojo para ilustrar, no sé si la mejor pero sí la más tremenda, la Glosa a Heráclito de Ángel González, puro pesimismo antropológico:

«Nada es lo mismo, nada permanece. Menos la Historia y la morcilla de mi tierra: se hacen las dos con sangre, se repiten».

«Estoy un poco harto de este país», confiesa a propósito Montano en un recodo. «A mí particularmente me da un poco igual. Necesito poco. Con mis libros y unos altramuces puedo tirar hasta que me muera. Y con los espectáculos gratis del sol y el mar, y la brisita. Ya he vivido lo que tenía que vivir. Es suficiente. Lo que me queda es leer, y escribir». Pero el lector egoístamente completa la frase: Lo que me queda es leer y escribir nuevos libros, otras columnas. 

Por lo demás, yo curto particularmente al Montano malagueño, al que recuerda a su padre recibiendo unos duros de manos del señorito para ir a aclamar a Franco que estaba de visita en la ciudad. A aquel que siente que se acabó la crisis del ladrillo de 2008 cuando unos años después recomienza la tortura de las obras en los pisos de sus vecinos de edificio.

O a aquel que una mañana en contra de su costumbre dobla a la izquierda y no a la derecha y en ese momento justo donde debería estar pasando cae desde los altos una maceta. Había doblado a la izquierda y no a la derecha para ir a comprar un billete de lotería y así es como descubre que no se ha ganado esa lotería sino la otra, la de la vida diaria, «la de más días de esa vida».

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