Ese gusto a aceituna que tiene el agua de Buenos Aires
TRES imágenes en La Niña de Oro, la reciente novela de Pablo Maurette:
Una foto familiar: un hombre, una mujer, dos niñas y un niño albino, Copito, frente a una casa, en la provincia argentina de La Rioja. Copito la lleva en un bolsillo de su mochila el día en que huye y lo matan. Y si pueden matarlo es porque intenta recuperar esa foto y llevarla consigo.
La segunda imagen trae la negrura del cementerio de la Chacarita, en Buenos Aires, tal como lo ve la protagonista desde su ventana al anochecer, una necrópolis que tiene la misma forma de la metrópolis.
He leído la novela y luego la cinta roja que la recubre —en ese orden— y luego incluso dos o tres reseñas. Y confirmo que sí, que se trata, como dicen unos y otros, de un policial erudito. Plinio, Linneo y otros miembros de la cofradía meten la cuchara, como no podía ser de otra manera tratándose de un novela de Pablo Maurette.
Sin embargo el registro de recursos expresivos del autor es amplio y entre ellos cabe también un cierto costumbrismo porteño (o bonaerense, los porteños harán el distingo). Véase el repertorio de metáforas del que se vale uno de los policías envueltos en el caso para describir el estado de un implicado:
—Está más duro que cachetada de estatua.
—Está más duro que sánguche de tortuga.
—Está más duro que pantalón de albañil.
De Buenos Aires, esa metrópolis cuya sinécdoque es una necrópolis y pasa del frío a la canícula sin intermedios, la novela echa abajo algunos de sus puntos altos. El gastronómico, por ejemplo. La grasa parece omnipresente. Una merienda criolla se compone de mate con bizcochitos de grasa. Y las empanadas son sachets de grasa. Y el menú de la cena de fin de año de los policías: empanaditas aceitosas, chorizo y morcilla secos, vino de damajuana, agua de la canilla con mucho hielo para disimular ese gusto a aceituna que tiene el agua de Buenos Aires y café aguachento.
Además de que el crimen de Copito supone la transposición de una lacra africana a Buenos Aires, la menos africana de las capitales iberoamericanas en principio.
Con todo, el mayor horror de tantos horrores es lo que provoca un homicidio: el mayor horror de un homicidio, según P. D. James, es que degrada la memoria del muerto.
La última imagen es la ilustración de la portada del libro, una hábil transposición entre la idea que uno se hace de la Niña de Oro del título y la imagen de Copito, el niño albino de la historia.