Dos islas turcas
¿POR QUÉ no hay conejos en esta isla si se llama Isla de los conejos?, le pregunta un joven conversador a un guardia de ese minúsculo territorio turco en la frontera con Grecia. Acompañando el gesto a la palabra la respuesta del uniformado es radical: All rabbits were taken to another island.
Me acuerdo de esta historia porque leyendo a Loti me entero de que en 1910 el Gobierno turco decidió suprimir a los perros callejeros de Estambul y los envió por miles a la isla desierta de Sivriada, donde los animales privados de agua y de comida aullaban al paso de los barcos, reclamando ayuda ingenuamente a quienes los condujeron a esa muerte atroz. Dos meses duró el calvario de esos perros en la que Loti llama la Isla del suplicio.
Cuenta también que no todos los estambulíes se prestaron a la masacre canina, porque temiendo un castigo divino algunos se rebelaron contra la medida y escondieron muchos perros en sus casas o lugares de trabajo e incluso en algún regimiento, como hizo un capitán de caballería amigo del escritor, que pagó su osadía con un mes de cárcel pero salvó a unos cuantos canes.
Yo temo, concluye Loti, que por entonces vivía en Estambul, que esto le traiga mala suerte a Turquía.