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El espíritu propone, la carne dispone

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A ORILLAS del río Guachaca, en Colombia, hay que espantar a los tucanes con una escoba y hacer frente a una manada de potenciales violadores armado de un cuchara de palo. Me entero de todo esto por el libro de Manuel Vicuña, Una historia posible , que no es sin embargo un relato de aventuras, ni un manual de sobrevivencia, ni siquiera una guía de viajes exóticos.  No es la única paradoja a la que el libro nos confronta. Bajo su apariencia templada (el titulo, los tonos pastel de la portada) su autor nos pone frente a temas peludos: las pasiones (las pulsiones), la paranoia, el suicidio, la memoria, la escurridiza identidad.  El colmo de la paranoia, decía Phil Dick, no es cuando todos están contra mí sino cuando todo está contra mí. Y sobre suicidas refinados, esto: los pilotos kamikazes se cortaban el pelo y las uñas, que disponían en una urna que sería entregada a sus deudos una vez consumada su explosiva misión. En otro plano, paralelo y confluyente, Una historia posible compone u

Uso y abuso del mundo

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A LA HORA de titular un libro más vale estar seguro de que el título funciona también en las lenguas de su área cultural. No sea que al libro le vaya bien y dé el salto de la traducción. En el caso del Camino de Santiago, el libro acaba de publicar Laurel ,  eso está garantizado porque se habla del camino a Compostela desde hace más de un milenio en tantísimos idiomas:  Chemin de Saint-Jacques, Way of Saint James, Jakobsweg  en sus puntos de salida , Camiño de Santiago en su punto de llegada. Pensé en eso esta mañana escuchando a François-Henri Désérable en la UDP. El francés hablaba de su libro L'Usure d'un monde , título que es un retruécano del nombre del de Nicolas Bouvier, L'Usage du monde.  Désérable cruzó recientemente el Irán de los ayatolás tras los pasos de Bouvier, que lo recorrió en 1953.  L'Usage du monde , el título original, fue traducido al español como Los caminos del mundo , una adaptación aceptable teniendo en cuenta que su traducción literal, «El us

El día en que cambió el mundo

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CUENTA Beltrán Mena que Iván Illich llegó a la isla de Brac cuando criatura, en 1926, y junto a él llegó a esa isla croata el primer megáfono. Hasta entonces todos hablaban y todos escuchaban, pero con la llegada de la megafonía el mundo cambió porque unos pasaron a hablar y los otros a escuchar. «El famoso tiene derecho al megáfono, pero la fama consiste precisamente en el acceso al megáfono, un perfecto canibalismo circular que da como resultado que los parlantes amplifican la opinión de individuos cuyo único mérito es haber alcanzado el micrófono», escribe Mena. Y los que se revuelven contra el monopolio del micrófono, cuando lo atrapan no tienen mucho más que decir que un triste «aló».  Cuenta también que un día de 1990 fue con Jorge Teillier a tomar unas fotos a la Estación Central de Santiago. Tras la sesión, Teillier quiso beber un vaso de vino y se pusieron a buscar un bar. Y para su sorpresa no encontraron ninguno. Los alrededores de la estación se habían llenado de tiendas de

Leyendo la palma de la mano de Santiago

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TRAS darme una vuelta por La Mancha he venido volando camino de Santiago. En donde voy leyendo varios libros a la vez, una manera como cualquier otra de leer. Un capítulo para cada libro y todos los libros contentos. Atacama fantasma , de Cristobal Marín, comienza narrando el viaje de los primeros peninsulares desde el Perú a las tierras fértiles y señaladas del centro de Chile, que entonces sólo asomaban en su imaginación, evitando en el intento el desierto de Atacama por su flanco este. No lo consiguieron y debieron internarse en el desierto en un segundo intento. Se puede decir que esta vez sí lo lograron pero lo hicieron a costa de tales tropelías que cuesta calificar de éxito esa expedición. Lo cierto es que me ha venido bien leer esto ahora porque vengo precisamente de Almagro, el pueblo de don Diego, el manchego que comandaba esa excursión, para temperar mi entusiasmo por su pueblo, que debe de ser uno de los más bonitos que he visto últimamente, con su corral de comedias salido

¿Sólo se bañan una vez al día?

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  TRES o cuatro cosillas antes de cerrar de una vez la novela de Ramanujan .  Ese chiste que dice que dos ingleses naufragan en una isla desierta. Treinta años después el capitán del barco que los rescata se sorprende al enterarse de que nunca se han dirigido la palabra. Cuando pregunta por qué, uno de ellos responde: Es que no nos han presentado. Muchas bromitas con la cocina inglesa. Muchas bromitas y mucho cordero asado. Salvo los viernes, que ponen rodaballo. Y el rodaballo es el cordero asado de los pescados. Epatante el éxito social de Bertrand Russell, en particular entre las mujeres. Además de esposa tiene un montón de amantes, lo que no deja de extrañar a Hardy, ya que, según él, Russell tiene una acusada halitosis. Para sobrellevar un inconveniente los ingleses toman té. Para festejar un acontecimiento, los ingleses toman té. Después del amor , los ingleses toman té. Otro uso del té: para dar a unas cortinas de cretona un aspecto de llevar colgadas muchos años en una casa de

Por un plato de lentejas

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  ¿QUÉ BICHO LE PICÓ al matemático Ramanujan para dejar a sus invitados con la boca abierta? Se conoce como  choc cultural ese momento de desconcierto que vive una persona ante la reacción de otra culturalmente diferente, reacción que juzga inapropiada o al menos incomprensible. Intentar entender mejor esas situaciones para ver qué nos dicen sobre nosotros y nuestra relación con el otro ha llevado a desarrollar ejercicios más o menos metódicos de análisis en los que trabajé yo mismo durante unos años.  Recordé todo esto leyendo El contable hindú , la novela de David Leavitt que cuenta el paso de Srinivasa Ramanujan, lumbrera india de las matemáticas, por el Cambridge de inicios del siglo XX. Como no podría ser de otra manera, todo el recorrido de Ramanujan en Inglaterra está jalonado de incomprensiones múltiples pero hay una que resulta particularmente curiosa y tal vez por lo mismo decidora. La expongo en dos palabras:  Sólo hay un puñado de indios en Cambridge en ese entonces, de mo

En los trópicos la proporción se invierte

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  LOS CAZADORES arrastran al leopardo muerto hasta la aldea más próxima. Allí los aldeanos le quitan la piel que, una vez curtida, es lo único que los cazadores conservan de la presa. Antes de desollarlo los lugareños hacen desaparecer los bigotes del felino, que venderán a precio de oro en el mercado de amuletos.  Esta es una entre las mil y una anécdotas que hormiguean en esta novela birmana. Tengo la mala costumbre de dibujar flechas en los bordes de las páginas para retener lo que me parece interesante. El número de flechas viene siendo así la medida del interés de une libro. Este ha quedado tan saeteado como un Sebastián pintado por un barroco. Un coronel inglés no usa mosquitero porque al dormirse está tan borracho que no siente las picaduras de los mosquitos. Y al amanecer los mosquitos ya no lo pican porque están completamente borrachos.  Los campesinos birmanos no engrasan los ejes de sus carretas porque no tienen dinero para grasa aunque Orwell sospecha que no lo hacen tambié