Desde el fin del mundo sobre el fin del mundo
NO TENGO fuerzas para rendirme, afirma Bruno, un personaje de uno de los relatos de Adolfo Estrella. Dos relatos más adelante, un pintor descreído se ciega a sí mismo con los cascotes de la botella de vino en la que se ha gastado el dinero que tenía para comprar pintura. ¿Es esa su manera de rendirse o de no rendirse? El Renacimiento supuso un rencuentro con la fe que el ser humano tuvo en sí mismo durante el clasicismo greco-romano. El romanticismo que lo sucedió representó por su parte una ruptura radical con ese optimismo: poco puede el hombre frente a la desmesura de la naturaleza. Dos siglos más tarde tal vez estemos viviendo una secuencia similar. La posguerra, los llamados treinta años gloriosos, fue un periodo en el que la fe en la mejora sustancial de las condiciones de vida de la población, en el progreso de la humanidad, fue mayoritaria. Y a esa fe renacentista la ha seguido el llamado ecopesimismo, la creencia en la inminencia del colapso. Los trece relatos de este libro